EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

miércoles, 16 de agosto de 2017

LA PRESENCIA DE JESÚS

“El Evangelio de Hoy”: Mt 18, 15-20

Lectura del santo evangelio según san Mateo:

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Les aseguro, además, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Para vivir reconciliados y en actitud de apertura y crecimiento espiritual, lo importante es “estar reunidos”, no dispersos, ni enfrentados: que no vivamos descalificándonos unos a otros. Lo decisivo es reunirse “en su nombre”: que escuchemos su llamada, que vivamos identificados con su proyecto del reino de Dios. Que Jesús sea el centro de nuestros pequeños grupos. Esta presencia viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar y sostener a las pequeñas comunidades de sus seguidores. Es Jesús quien ha de alentar su oración, sus celebraciones, proyectos y actividades. Esta presencia es el “secreto” de toda comunidad cristiana viva, para testimoniar su fe en Jesús.

Hemos de reavivar la conciencia de que somos comunidades de Jesús. Nos reunimos para escuchar su Evangelio, para mantener vivo su recuerdo, para contagiarnos de su Espíritu, para acoger en nosotros su alegría y su paz, para anunciar su Buena Noticia. Nuestra única esperanza es Jesucristo. Somos nosotros los que hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la persona de Jesús como la única fuerza capaz de regenerar nuestra fe gastada y rutinaria. El único capaz de atraer a los hombres y mujeres de hoy. El único capaz de engendrar una fe nueva en estos tiempos de incredulidad. Si nos corregimos mutuamente en presencia de Jesús, las cosas avanzarán hacia la unidad, desde la humildad y la confianza depositada en Jesús y su Espíritu.

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