EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

domingo, 12 de octubre de 2014

SOMOS INVITADOS A LA FIESTA DEL REINO DE DIOS

 “El Evangelio de Hoy”: Mateo 22,1-14

Lectura del santo evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Vengan a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Vayan ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encuentren, convídenlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Parece que san Mateo ha contado dos parábolas en una. El banquete es una imagen utilizada en la Biblia para expresar la realidad del Reino en el que Dios se entrega gratuitamente de manera definitiva. El anuncio del Reino es irrevocable y continúa abierto. Pero los destinatarios tienen que responder aceptando la invitación y poniéndose en camino, Dios no obliga a nadie a participar. Jesús sabía bien que la gente podía rechazar la invitación por preferir dedicarse a actividades más productiva en el orden de lo material e inmediato. Pero no pierde ni el ánimo ni la paciencia, el banquete va con los invitados originales o sin ellos. El deseo de Dios es llenar la sala de invitados, por eso, todos son invitados. La invitación es gratuita, sin exigencias. En los caminos reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala se llenó de comensales. Malos y buenos en ese orden para dejar claro que nadie es invitado por, tener méritos sino por la bondad gratuita de Dios.

El otro tema de la parábola es el vestido, el traje requerido para participar del festín de Dios. Nadie puede participar del Reino sin vestirse apropiadamente. Como vestido de fiesta, San Pablo nos hace una significativa sugerencia: “Como los elegidos de Dios, mis bien-amados, revístanse del vestido de amor y de compasión, de bondad, de humildad, de dulzura y de paciencia. Sopórtense los unos a los otros. Perdónense los unos a los otros como Cristo les ha perdonado. Y por encima de todo, la caridad”. (Colosenses 3, 12-15) Esta parábola nos recuerda que la salvación nunca es automática. Hay que responder a la invitación de Dios transformándonos y convirtiéndonos. Viviendo la alegría del Evangelio. Así estaremos vistiéndoos constantemente el traje de fiesta: el perdón, la acogida, la fraternidad y el servicio mutuo y desinteresado a los más necesitados.

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