“El Evangelio de Hoy”: Lucas 9, 11b-17
Lectura del santo evangelio según san
Lucas:
En
aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región
montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno,
Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la
madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó
de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas
que le fueron dichas de parte del Señor!»
Y dijo María:
«Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero.
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.
Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
-como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.»
María se quedó con ella unos tres meses, y luego se volvió a su casa. Palabra del Señor.
Y dijo María:
«Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero.
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.
Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
-como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.»
María se quedó con ella unos tres meses, y luego se volvió a su casa. Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy, fiesta de la visitación de Nuestra
Señora, el evangelio habla de la visita de María a su prima Isabel. Cuando
Lucas habla de María, él piensa en las comunidades de su tiempo que vivían
dispersas por las ciudades del Imperio Romano y les ofrece en María un modelo
de cómo deben relacionarse con la Palabra de Dios. Una vez, al oír hablar a
Jesús, una mujer exclamó: "Feliz la que te dio a luz y felices los pechos
que te amamantaron”. Elogió a la madre de Jesús. Inmediatamente, Jesús
respondió: "¡Felices los que escuchan la palabra de Dios y la
observan!". María es el modelo de
comunidad fiel que sabe escuchar y practicar la Palabra de Dios.
Al describir la visita de María a
Isabel, enseña qué deben hacer las comunidades para transformar la visita de
Dios en servicio a los hermanos y a las hermanas.
María sale para visitar a Isabel. Lucas acentúa la prontitud de María en atender las exigencias de la Palabra de Dios. Isabel representa el Antiguo Testamento que termina. María, el Nuevo que empieza. El Antiguo Testamento acoge el Nuevo con gratitud y confianza, reconociendo en él el don gratuito de Dios que viene a realizar y completar toda la expectativa de la gente. En el encuentro de las dos mujeres se manifiesta el don del Espíritu que hace saltar al niño en el seno de Isabel. La Buena Nueva de Dios revela su presencia en una de las cosas más comunes de la vida humana: dos mujeres de casa visitándose para ayudarse. Visita, alegría, embarazo, niños, ayuda mutua, casa, familia: es aquí donde Lucas quiere que las comunidades perciban y descubran la presencia del Reino.
María sale para visitar a Isabel. Lucas acentúa la prontitud de María en atender las exigencias de la Palabra de Dios. Isabel representa el Antiguo Testamento que termina. María, el Nuevo que empieza. El Antiguo Testamento acoge el Nuevo con gratitud y confianza, reconociendo en él el don gratuito de Dios que viene a realizar y completar toda la expectativa de la gente. En el encuentro de las dos mujeres se manifiesta el don del Espíritu que hace saltar al niño en el seno de Isabel. La Buena Nueva de Dios revela su presencia en una de las cosas más comunes de la vida humana: dos mujeres de casa visitándose para ayudarse. Visita, alegría, embarazo, niños, ayuda mutua, casa, familia: es aquí donde Lucas quiere que las comunidades perciban y descubran la presencia del Reino.
El cántico de María enseña cómo se debe cantar
y rezar. María empieza proclamando la mutación que ha acontecido en su propia
vida bajo la mirada amorosa de Dios, lleno de misericordia. Por esto canta
feliz: "Se alegra mi alma en Dios, mi Salvador". En seguida canta
la fidelidad de Dios para con su pueblo y proclama el cambio que el brazo del estaba
realizando a favor de los pobres y de los hambrientos. Esta es la fuerza
salvadora de Dios que hace cambiar las cosas: dispersa a los orgullosos, destrona
a los poderosos y eleva a los humildes, manda a los ricos con las manos vacías
y llena de bienes a los hambrientos. Al
final recuerda que todo esto es expresión de la misericordia de Dios para con
su pueblo y expresión de su fidelidad a las promesas hechas a Abrahán.